Los repartidores son a los objetos lo que los taxistas a las personas. Su cometido es llevar cada cosa a su destino, ya sea en bicicleta, en moto, en auto, camioneta o camión. Ya se trate de una heladera o de un sobre.
Como si fuera una escala zoológica, los repartidores tienen sus categorías. Los carteros que se mueven en bicicleta son los más ágiles, los más osados y los más desprotegidos frente al peligroso tránsito de las ciudades. En el otro extremo de la escala se encuentran los enormes camiones que reparten bebidas a locales comerciales, con una rutina pesada y trabajosa de paradas fijas y trasiego de casilleros con botellas llenas de entrada y vacías de salida. Estos vehículos mayores tienen tripulación, compuesta por el chofer y peones que cargan y descargan, con sus cinturones especiales para evitar los daños en la espalda. Aquí, al igual que con los fleteros, nos encontramos frente a verdaderos equipos de reparto.
Entre ambas categorías hay una inmensa variedad de tipos de repartidores, entre los que se destacan los que conducen motos diminutas para llevar pizza, medicamentos, películas, garrafas o lo que a uno se le ocurra. En Venecia los repartidores tal vez corran otra suerte, al llevar pizza margherita por los canales de esa ciudad maravillosa.
Para los repartidores el salvavidas principal es el respeto a las normas de tránsito. Si se mueven sobre cuatro ruedas, el cinturón de seguridad será su aliado; si lo hacen sobre dos, el casco y el control de la velocidad les permitirán volver a casa sanos y salvos.
Todos ellos tienen en común un conocimiento de primera mano de las calles de la ciudad y una relación especial con ella. Son quienes se ocupan de mantener fluyendo la sangre del tráfico comercial, ya sea alimentando con mercaderías las grandes bocas de salida de las tiendas y supermercados o llevando la minucia más caprichosa a la casa del más perezoso de los ciudadanos.