Los fumigadores y exterminadores prefieren ser llamados controladores de plagas. Cuando se supo que toda especie viva, incluso las más desagradables y molestas, cumplen una función, ellos redefinieron los objetivos de su oficio y aclararon que su función es controlar y tener a raya a las plagas, pero no exterminarlas. Que los gorgojos estén lejos de los cultivos y las cucarachas lejos de las heladeras, pero todos felices en su espacio. De todas maneras, los controladores están en guerra constante contra la proliferación de visitas desagradables. «Pocos y lejos», podría ser su lema.
Algunos controladores de plagas tratan a sus enemigos más de cerca que otros. El fumigador aéreo que suelta su carga de gas sobre un cultivo desde su avioneta está muy lejos de los insectos que atacan las plantas. La labor del fumigador hogareño es más cercana y personal: rastrea los puntos de entrada, los posibles nidos o los refugios, y muchas veces coloca trampas mecánicas en los lugares afectados. Ya el encargado de exterminar un nido de ratas de un terreno baldío tiene casi una lucha cuerpo a cuerpo con los animales, y sus armas van desde las varillas de metal hasta los cebos con veneno y, dentro de la artillería pesada, los lanzallamas. Todo para evitar que los vecinos de una cuadra tengan la desagradable obligación de convivir con muchas ratas.
Las plagas, ante estos ataques permanentes, no se defienden pero se adaptan. Por eso, la estrategia debe cambiar constantemente. El veneno que hace una década era infalible, hoy ya no afecta ni a la cucaracha más débil y enfermiza.
El mayor problema que enfrenta el fumigador en su trabajo son los productos químicos que emplea. Las sustancias tóxicas deben ser manipuladas con el mayor de los cuidados; los guantes, la máscara y las antiparras son solo algunos de los recaudos que deberá tomar para no terminar lastimado por el veneno. Pero lo fundamental es leer y aplicar a rajatabla la ficha de seguridad de cada producto, incluyendo las indicaciones de higiene para eliminar los restos de sustancias químicas nocivas al terminar un trabajo. De esto depende la salud e incluso la vida del trabajador.
El gran aliado del controlador de plagas es el investigador científico, que constantemente estudia nuevas y más específicas formas de atacar a los enemigos. Y el enemigo, que en el fondo es una manifestación más de la naturaleza, constantemente se adapta y burla los esfuerzos de sus perseguidores. Y la lucha continúa.