Rembrandt, el gran pintor holandés, realizó más de 50 autorretratos a lo largo de su vida. En el primero tenía 22 años. Aparece flaco, con los ojos bien abiertos, con cierta sorpresa en el semblante. En otro, pintado a los 40 años, aparece disfrazado de un noble oriental, empuñando un kris, una daga típica de Mongolia. En otro, sosteniendo a un perro con una correa. En 1661 se retrató con un pañuelo blanco en la cabeza, símbolo de los pintores de aquella época. En 1669 pintó el último de la serie y ese mismo año murió.
A partir de la invención de la fotografía digital y su desarrollo masivo a través de los teléfonos celulares, no es extraño aparecer en miles de fotos conforme van pasando los años. Todas esas fotos, seamos conscientes o no de la cara que ponemos, de lo que estábamos pensando en ese preciso instante, de la hora a la que nos habíamos levantado ese día, terminarán siendo un testimonio del tiempo que vivimos. Una fotografía, en primer lugar, es una imagen donde la vida quedó capturada en un instante, en la fracción de segundo que demora la luz del flash en salir de la cámara y rebotar contra nuestro rostro en el momento justo en que tomamos aire para soplar las velitas de la torta de cumpleaños.
Las primeras fotografías fueron retratos familiares: padres, hijos, tíos, abuelos y primos, sentados en un parque mirando la cámara. A veces se tomaban en el estudio del fotógrafo. Una mesita con un jarrón con flores, un banco para sentar a los abuelos, conformaban el paisaje artificial donde posaba la familia. El fotógrafo iluminaba la escena y disparaba.
Con las guerras mundiales, la fotografía se convirtió en periodística: el testimonio fiel de los grandes acontecimientos de la historia. «Una imagen vale más que mil palabras», es común escuchar. La famosa foto de una niña vietnamita corriendo desnuda y llorando por el ardor producido por las bombas de napalm del ejército norteamericano dio el tiro de gracia a una guerra que la opinión pública (millones de palabras de millones de personas) condenaba.
Foto significa ‘luz’ y grafo ‘escritura’. Un fotógrafo es una persona que retrata con luz, lo que Rembrandt hacía con pinturas y pinceles o un escritor hace con la palabra escrita. El fotógrafo utiliza lentes de distinto ángulo y profundidad, que le dan a la realidad aspectos completamente distintos. Utiliza un trípode, como el pintor utiliza un caballete. Puede usar una cámara de negativo, digital, submarina o una vieja cámara de fuelle, en la que cada foto con flash implica una pequeña explosión. Luego puede revelar sus fotos él mismo, cuidándose de los productos químicos que debe manipular, o puede mandar sus fotos a revelar a un laboratorio fotográfico. Si sus fotos son digitales, las retocará en la computadora antes de enviarlas al diario o de imprimirlas en un formato grande y colgarlas como cuadros en un salón de exposiciones.