La estiba marítima tiene dos instancias. Primero, en origen, acomodar la carga en el interior del barco que va a transportarla. Segundo, en destino, descargarla con seguridad y sin dañarla.
Cargar un barco es un arte, incluso en estos tiempos de contenedores idénticos. Un porcentaje de la carga marítima se pierde habitualmente porque en algún oleaje picado una carga de contenedores mal balanceada se desmorona y termina cayendo al agua.
La mayoría de los puestos de trabajo de los estibadores portuarios han ido desapareciendo. Se han sustituido por operarios de grúas cada vez más gigantescas que se limitan a descargar contenedores de los barcos y apilarlos en el puerto, o directamente sobre los camiones que los están esperando para transportarlos. Eso no quiere decir que, una vez en destino, esos contenedores no deban ser vaciados a puro esfuerzo humano.
Hasta bien entrado el siglo xx, la mano de obra humana era imprescindible en todos los puertos del mundo. Los barcos se cargaban directamente en bodega, ya fuera con cajas, sacos de materias primas u objetos enteros, y toda esa carga debía ser acomodada primero, evitando sobre todo desequilibrar el barco, y descargada después. El estibador era la unidad básica laboral en cada puerto, y tenía un trabajo ingrato y riesgoso. Tanto que, mientras existió la esclavitud, la mano de obra esclava era la más utilizada, sobre todo en puertos donde se embarcaban grandes cantidades de materias primas.
Un trabajador portuario, aunque menos que antes, hoy sigue recorriendo infinidad de veces la misma pasarela con un bulto pesado al hombro, expuesto a infinidad de riesgos, en un trabajo exigente para el que necesita fuerza física, agilidad y una excelente salud. Realiza sus tareas a la intemperie, tanto en verano como en invierno, y rodeado de maquinaria pesada, grandes depósitos de materiales y constante tráfico de equipo. Debe cuidar mucho sus manos, usando gruesos guantes, y llevar siempre su casco puesto. El calzado resistente, si es posible con puntera de metal, también es una necesidad. Es común ver a los trabajadores portuarios usando arneses y fajas de seguridad para preservar su columna vertebral.
Trabajar al aire libre tiene sus desventajas y sus compensaciones. Las inclemencias del clima golpean duro en el puerto, pero en un pesado día laboral, si el tiempo es agradable, siempre está la posibilidad de hacer una pausa de unos minutos para recuperar el aliento, respirar profundo una bocanada de aire de mar y contemplar el vuelo ingrávido de las gaviotas, antes de retomar el trabajo.