Estafa, sigilo, pesquisa, conjetura, enigma, gabardina, víctima, insospechado, confabulación, abducción, conspiración, soplón, delación, disfraz, intriga, lupa, robo, sabotaje, boicot, complot, furtivo, identidad, identikit, interrogatorio, inducción, infidelidad, intuición, incógnita, sombrero, huellas, pistas, secreto, claves, acertijo, agazapado, ardid, triquiñuela, dudas, gafas, deducción y hurtadillas son algunas de las palabras que se dibujan en el paisaje íntimo del detective privado y del espía.
A los detectives los contratan para echar luz sobre un misterio en el que la policía no necesariamente interviene. Por ejemplo: investigan fraudes particulares o fraudes a compañías de seguros, comprueban infidelidades matrimoniales, consiguen pruebas para juicios de divorcio y otros pleitos, buscan a personas desaparecidas o corroboran que los motivos que un empleado esgrime para faltar a su trabajo sean ciertos. A veces el oficio del detective se asemeja al del espía. Por ejemplo: se infiltra en una empresa y sigue a un sospechoso de espionaje industrial que se ha colado entre los trabajadores para obtener información confidencial sobre algún producto novedoso que la competencia ansía lanzar al mercado antes. Hay espías que no son detectives, pero casi todos los detectives en algún momento realizan tareas de espionaje.
La literatura y el cine han indagado mucho en ellos para caracterizar a algunos de sus más memorables personajes: Sherlock Holmes, creado por Arthur Conan Doyle, Philip Marlowe, de Raymond Chandler, el agente secreto James Bond, imaginado por Ian Fleming, o la paródica serie televisiva Superagente 86, que concibieron Mel Brooks y Buck Henry en el apogeo de la Guerra Fría. Probablemente esa guerra sea la más poblada de espías en todo el siglo xx: los estados enfrentados recurrieron al espionaje para conseguir información relevante, con el fin de vencer a la potencia rival.
La historia del espionaje es muy antigua: es un arma de guerra con antecedentes que se remontan hasta El arte de la guerra, un libro que el chino Sun Tzu escribió entre el 400 y el 320 a. C., donde exploraba tácticas y estrategias bélicas. Hoy en día el desarrollo de la tecnología (con satélites espía, microcámaras, teleobjetivos de enorme alcance, gps) ha permitido avances que hubieran causado incredulidad hace cien años.
Aunque el oficio es fascinante, su naturaleza bordea siempre el riesgo, la clandestinidad, el andar en las sombras. El principal peligro reside en las armas; es muy importante que los detectives tengan mucho cuidado si las portan, no solo por su integridad física, sino también por la de todos nosotros.