Hay una larga cadena de oficios diferentes que se mueven en torno a cada árbol de un predio forestado. Esta cadena empieza en el vivero donde se germinan las semillas de la variedad de árboles que se plantarán en determinado campo. Luego estos brotes se trasplantan al terreno, siguiendo determinadas reglas de colocación y distancia entre cada árbol. Así es que se consiguen esos inmensos bosques artificiales ordenados en hileras.
Quien se ocupa de planificar la salud y el buen desarrollo de estos bosques artificiales es el ingeniero forestal, especializado en silvicultura (o sea, cultivo de bosques). En el otro extremo de la cadena se encuentra el monteador, que es quien, si la tarea no está mecanizada, se encarga de cortar los árboles y quitarles las ramas y la corteza para dejarlos listos para comenzar el proceso industrial. La labor del monteador es dura y arriesgada, y en muchos países zafral, lo que implica que debe pasar largas temporadas alejado de su casa, en campamentos forestales.
Incluso un bosque tan cuadriculado como los predios de explotación forestal tiene una relación profunda con el entorno inmediato y con su ecología. Un ingeniero forestal debe estar atento al cuidado de los recursos que consume su bosque —agua del subsuelo y nutrientes de la tierra—. Un manejo indebido de la plantación de árboles no solo puede terminar con el bosque muerto, sino también afectar seriamente los recursos del suelo.
Si la explotación forestal es muy grande, en el mismo predio se encuentra el aserradero o la planta de tratamiento químico de la madera. Hay diversas formas de preparar los troncos para su uso posterior, ya sea que se quiera para moler y hacer pulpa de celulosa, que luego se transformará en papel, o para usar como madera en forma de tablas para la construcción o la carpintería.
La madera es un recurso valioso y de gran demanda en todo el mundo, tanto se trate de maderas nobles (roble, algarrobo, ébano y muchas más) o de especies de crecimiento rápido, usadas en procesos industriales. Esta demanda genera un tránsito comercial intenso, no solo de camiones pesados sino de trenes y barcos cargueros, muchos especialmente fabricados para el traslado de madera a granel. Diariamente, millones de toneladas de madera se mueven por el mundo.
La industria forestal está plagada de riesgos para sus trabajadores. Una motosierra mal utilizada puede amputar una pierna o un brazo en un instante. El conocimiento de la herramienta y el uso de equipo protector (pantalones anticorte, guantes, casco con antiparras) son fundamentales. También lo son el uso de máscaras para la aplicación de plaguicidas y el control de las condiciones climáticas, sobre todo del viento. Horas de trabajo a la intemperie, expuestos a productos altamente tóxicos y manipulando maquinaria pesada requieren del cosechador forestal una formación específica y una atención constante.
La silvicultura y la industria forestal son procesos complejos y de gran porte. En ellos trabajan muchos hombres y mujeres con especialidades diferentes, desde la plantadora que cultiva brotes en un vivero hasta el capitán del carguero que traslada miles de toneladas de troncos. Pero en la base de la pirámide siempre se encuentra, incluso en las explotaciones más tecnificadas, la misma figura que desde hace milenios desempeña la misma e imprescindible tarea: el hombre y su hacha.