Los panales, los hormigueros y los nidos son excelentes ejemplos de arquitectura en el mundo animal. Las hormigas y los pájaros no solo proyectan y construyen sus hogares, sino que además diseñan espacios destinados al acopio de los materiales que usarán durante la construcción. Los horneros, por ejemplo, edifican su nido en la tierra o cerca del suelo, entre los arbustos o en postes de alambrados. En otoño, después de una lluvia, comienzan a fabricar un nido en forma de horno o de bóveda, con una abertura lateral. Ya tienen amasado el material y han encontrado la orientación perfecta para construirlo. A lo largo de unas dos semanas, los horneros levantan las paredes del nido con pajitas, barro, ramas y piedritas. Tapizan la cámara interior con plumas y hojas. La mezcla se endurece y es capaz de resistir muchos años en buen estado.
El nido de hornero es una casa perdurable: la pareja vivirá durante varias estaciones ahí, hasta que los pichones se independicen. Entonces también los padres se irán. Cuando sobreviene una sequía, los horneros dejan su nido sin terminar y llegan inquilinos con suerte: jilgueros, gorriones, golondrinas y algún ratón ocupan de la bella casa inconclusa. En El hornero, poema del argentino Leopoldo Lugones (1874-1938), el pájaro (a quien el poeta llama arquitecto) se pasea por los distintos ambientes y salitas que tiene el nido. Estos pájaros conocen el adecuado desarrollo de la construcción; proyectan y organizan el espacio para que sea habitable y transitable con facilidad. Esto es justamente lo que hacen los arquitectos: interpretan las necesidades de los usuarios, conocen los sistemas constructivos, los materiales, las técnicas y las cualidades de la iluminación que requiere el encargo que tienen entre manos.
La creatividad (la capacidad de ver las cosas de otra forma, de establecer conexiones y percibir relaciones que a veces se pasan por alto) es una herramienta muy importante para el arquitecto. Los arquitectos creativos lograrán sacar mejor partido de las condiciones físicas de un lugar, para el bienestar de que quienes luego usarán ese espacio habitándolo, trabajando en él, disfrutando ahí su rato de ocio.
Los arquitectos necesitan tener muy claros los costos y los plazos de la obra que han proyectado. La disciplina también es muy importante para el arquitecto; sin embargo, no hay rutinas en este oficio que es artístico, técnico y práctico al mismo tiempo. El arquitecto tiene algo de ingeniero y algo de constructor, algo de dibujante y algo de director de orquesta. Sabe dirigir a un grupo y motivarlo, y sabe cuándo y cómo participa cada miembro del equipo (el jefe de obra, el albañil, el fontanero, el electricista) en la construcción de la obra (el complejo de edificios, la casa, la plaza).
Cuando pasamos por una obra vemos a los albañiles, protegidos por los cascos amarillos, y al arquitecto, reconocible por el casco blanco. El casco es muy importante, lo protege de posibles golpes. El arquitecto es responsable de la seguridad de los obreros durante el proceso constructivo y también lo es si alguna de las construcciones que proyectó y firmó presenta defectos de obra severos. Es que todos los detalles son importantes para los arquitectos; ellos son los primeros de la obra. Justamente, el término arquitecto proviene del griego arqui (‘primero’) y tectón (‘obra’).
Según el genio renacentista León Battista Alberti (Italia, 1404-1472), arquitecto es el «que con un arte, método seguro y maravilloso, y mediante el pensamiento y la invención, es capaz de concebir y realizar mediante la ejecución, todas aquellas obras que, por medio del movimiento de las grandes masas y de la conjunción y acomodación de los cuerpos, pueden adaptarse a la máxima belleza de los usos de los hombres».