Para un perfumista, un perfume es lo que una sinfonía para un músico: una sutil y perfecta combinación de diferentes tonos que, mientras que en la sinfonía son dados por distintos instrumentos, en el perfume provienen de flores, frutos, maderas, minerales y muchos otros elementos, destilados hasta sus esencias más refinadas.
El arte del perfumista viene del antiguo Egipto, pero fue en la Francia del siglo XIV donde comenzó a desarrollarse como una industria.
En el corazón del mundo del perfume se encuentra el especialista llamado en el oficio nariz. Y no sin motivos: un nariz actualmente trabaja con unas 600 sustancias naturales y 4000 sintéticas, y debe saber diferenciarlas a la perfección. Mezclando cantidades minúsculas de muchas o pocas de estas sustancias, el nariz realiza su magia, la obtención de un aroma único y atractivo. Luego esa mezcla se disuelve en alcohol, se le aplica un fijador y listo: un nuevo perfume ha nacido.
Además de los cotizados narices, en la industria del perfume trabajan varios profesionales: desde ingenieros químicos y dermatólogos hasta diseñadores que se ocupan de crear envases siempre nuevos y atractivos para los perfumes que estén de moda cada temporada. El último eslabón de la cadena son los vendedores especializados, que desde sus mostradores manejan cientos de fragancias distintas, y pueden asesorar al cliente sobre cuál es más conveniente para su tipo de piel, la estación del año, el estilo y hasta su carácter.