Poco habría hecho el hombre en la tierra sin la ayuda de los animales.

Cuando James Watt tuvo que expresar cuánta potencia tenía su flamante invento, la máquina de vapor, ideó los caballos de fuerza, una unidad de medida que equivale a la cantidad de agua que podía levantar un caballo en un minuto (aproximadamente 15.000 litros). Hasta ese momento, las cuatro patas del caballo habían sido el motor más rápido que se conocía. Además de mover los molinos, los caballos tiraban de los carruajes, de los arados que surcaban los campos, y acompañaban a los humanos en sus guerras, sirviendo en la unidad de caballería.

Vacas, cerdos, pollos y peces son parte de nuestra dieta y han alimentado a pueblos enteros durante toda la historia. Perros, gatos, pájaros y tortugas nos acompañan como amigos fieles.

La Biblia cuenta que, ante la caída del Diluvio Universal, Dios ordenó a Noé que construyera un arca para salvar a los animales. Ni en sus sueños más delirantes Noé hubiera sido capaz de imaginar cuán importante sería su tarea. En 1957, los rusos enviaron a la perra Laica al espacio. La nave salió de la atmósfera, dio un breve paseo y volvió a Tierra. Laica murió sin saber que había sido el primer ser vivo en navegar por el espacio, flotando a miles de kilómetros de las calles de Moscú, de donde había sido recogida por los científicos, que consideraban que un perro vagabundo era más apto para sobrevivir en el espacio que un perro que tuviera un hogar.

Distintos oficios guardan un estrecho vínculo con los animales. Desde el domador de leones que consigue que su compañero felino pase a través de un aro de fuego, hasta el peón de campo que conduce el ganado hacia los campos fértiles, todos dependen del veterinario cuando sus animales se enferman. Si el perro es el mejor amigo del hombre, el veterinario es el mejor ­amigo de todos los animales.

En un establecimiento rural, el veterinario se encarga de la salud de las vacas, ovejas, cabras, cerdos o aves de corral. Estudia las posibles mejoras genéticas que se pueden introducir para mejorar las razas y hacerlas más sanas y apetitosas. Trabaja junto al ingeniero agrónomo para diseñar alimentos más completos para los animales. Se encarga de la vacunación y, por supuesto, de curar y cuidar a todos los animales del establecimiento.

En la ciudad, en cambio, suele ocuparse de las mascotas. Hace cosas tan disímiles como determinar el sexo de una tortuga, arreglarle un colmillo con caries a un perro o aconsejar cuáles son las dimensiones necesarias de una pecera que alojará a una pareja de doraditos.

Cuando un veterinario se enfrenta a un animal, no puede preguntarle qué le duele. Debe conocer la especie y su comportamiento, sus posibles enfermedades, para actuar con rapidez cuando, por ejemplo, debe lavarle el estómago a un gato intoxicado por comer alimento en mal estado, o cuando se complica el parto de una vaca y debe intervenir para que el ternero nazca bien.

Los veterinarios se encargan especialmente de estudiar las enfermedades que tienen un origen animal y que afectan a los seres humanos. En la Edad Media, la peste negra, transmitida por las ratas, mató a dos tercios de la humanidad. La rabia canina también hizo estragos a principios del siglo xx. Las más recientes, la aftosa, la vaca loca, la gripe aviar, son enfermedades que el hombre puede contraer al comer carne de animales infectados, por eso los albeitar, como los llamaban los árabes, también se encargan de controlar todos los alimentos que tienen origen animal, desde los pollos congelados hasta el yogur.

A la hora de curar a los animales, el veterinario enfrenta grandes riesgos, además del contagio. Al manipular jeringas, medicamentos y fertilizantes puede dañar su piel o su vista.

Cuando un animal se enferma, desconfía de su entorno. Operar a un perro que parecía inofensivo puede terminar siendo una tarea titánica si la anestesia no es efectiva y el animal se despierta en el medio de la operación. Ante el miedo y el peligro, todos los animales —incluidos nosotros mismos, hermanos solitarios del mono— solemos reaccionar con violencia inusitada. Es entonces cuando el veterinario echa mano a su arsenal de paciencia y amor a la fauna para poder controlar a las bestias y salvarlas.