Un secreto se dice murmurando, sigilosamente, sin aspavientos. Un secreto es algo que se tiene reservado y que las multitudes no suelen conocer. Los conocimientos sobre magia, por ejemplo, suelen ser ocultos. Antes se llamaba secretaria o secretario (del latín secretarĭus) a la persona que guardaba un secreto. Una secretaria, hoy en día, guarda una cantidad enorme de información, que muchas veces es confidencial. Ella es la directora de la orquesta, quien organiza todos esos secretos de una empresa, un ministerio, una academia. Ella se ocupa de que todo el mundo de detalles que alguien muy ocupado tiene en la cabeza se organicen en una agenda, para que esa persona no se pierda ninguna reunión y haga todas las llamadas que debe hacer, cuando las debe hacer y ni un minuto más tarde. Escribe cartas, archiva documentos, clasifica todo tipo de papeles, reserva pasajes, contesta llamadas. Sabe escribir muy rápidamente en el teclado de una computadora (aprendió dactilografía) y conoce otros idiomas. Es organizada, metódica y confiable. Una agenda, un teléfono, un calendario, diccionarios y la computadora son sus herramientas de trabajo más preciadas. A veces sucede que la secretaria está mucho más enterada de todo lo que concierne al mundo del trabajo que su propio jefe.

Debe cuidarse de la fatiga y el estrés, porque su principal tarea es ser la memoria de un mundo complejo, a menudo repleto de reuniones, juntas, deberes, balances, llamadas a proveedores, acreedores, deudores, plazos, cuotas y un sinfín de obligaciones que hacen que su estado natural sea el de alerta. Con frecuencia las secretarias usan lentes, porque, como trabajan mucho frente a la computadora, sus ojos se cansan. El sedentarismo (trabaja sentada día tras día, horas y horas) provoca a menudo dolencias de la columna que la secretaria deberá proteger con ejercicios, una buena postura y fundamentalmente con un buena silla y un cómodo escritorio.