El sueño de volar es tan viejo como la humanidad. Proveniente de avis, en latín ‘ave’, avión vendría a ser un gran pájaro, lo que probablemente habrían pensado los antiguos romanos al ver un Boeing 747 surcando el cielo de Roma.

Uno de los primeros en desarrollar máquinas para volar fue Leonardo da Vinci, pero recién en 1905 los hermanos Wright, originalmente fabricantes de bicicletas, inventaron el aeroplano a motor y realizaron el primer vuelo autopropulsado de la historia, a bordo del Flyer I. Aquel primer vuelo duró 12 segundos y cubrió una distancia de 37 metros. Era apenas el principio de lo que a lo largo del siglo xx se trasformaría en aviones comerciales de varias toneladas de peso, capaces de atravesar miles de millas en apenas unas horas, y aeronaves espaciales enviadas a volar por el cosmos.

El piloto es el responsable de que el avión esté en el aire cuando debe estarlo y aterrice donde debe aterrizar. En el cielo no hay calles, pero sí hay rutas que los pilotos conocen y son capaces de seguir gracias a los instrumentos de navegación que les indican desde la altura a la que viajan hasta la probabilidad de tormentas. Un buen piloto es aquel que cumple su recorrido en el tiempo exacto en que debe hacerlo, sin utilizar más combustible del necesario y sin sacudir a su avión (y a sus pasajeros, si los lleva) más de lo imprescindible en el despegue y el aterrizaje. Con un buen piloto, un pasajero no tiene que darse cuenta de si la maniobra en el aterrizaje es complicada o sencilla, si el aeropuerto está vacío o congestionado, si hay niebla, lluvia o granizo. Un buen piloto aterriza suavemente siempre.

El primer compañero del piloto es el copiloto, sentado a su lado en la cabina, pero es solo el primero de una larga lista de personas que mantienen al avión en perfectas condiciones en el aire y en la tierra. Junto con ellos vuelan los sobrecargos y el personal de cabina, en tierra hay una legión de mecánicos, asistentes y personal de mantenimiento. En cuanto el avión aterriza aparecen empleados de limpieza que lo volverán a dejar impecable. Cuando el avión está en el aire el personal de la torre de control del aeropuerto sabe en cada momento dónde y a qué altura se encuentra, empresas enteras se dedican a lograr que la comida de los pasajeros esté a bordo al despegar el avión, perfectamente fresca y envasada.

El piloto es quien maneja los controles, pero a sus espaldas, cientos y hasta miles de manos se ocupan de sostener el aparato en el aire y de que sus pasajeros viajen cómodos y seguros.