La escritura es una de las invenciones más revolucionarias de toda la historia. Las letras encarnan los sonidos con los cuales logramos comunicarnos. En la Antigüedad, los semitas designaron las letras a y b como las primeras del alfabeto, ya que correspondían a dos de las cosas más importantes de su vida cotidiana. La a de alef, ‘buey’, y la b de bet, ‘casa’.

Para funcionar, además de un alfabeto y sus reglas, la escritura precisa de un objeto para escribir y un soporte donde hacerlo.

Sobre piedra fueron escritos los Diez Mandamientos, el decálogo de preceptos de conducta que, según la Biblia, le fueron dictados a Moisés por el mismísimo Dios en el monte sagrado Sinaí.

Sobre papiro escribieron los antiguos egipcios el Libro de los Muertos, una especie de guía de ultratumba que era enterrada con los difuntos, para que pudieran superar el juicio de Osiris en el más allá y alcanzar los campos siempre fértiles del Aaru. El papiro, primer antepasado del papel, se fabricaba dejando secar finas láminas de la planta de papiro, también conocida como flor del rey, hierba que ha abundado desde siempre en las fértiles márgenes del Nilo.

Sobre pergamino se escribieron los 200.000 volúmenes de la legendaria biblioteca de Pérgamo, la segunda más importante de la Antigüedad, luego de la de Alejandría. El pergamino se fabricaba a partir de los cueros curtidos de cabra y carnero, y era más duradero que el papiro. Se escribía con tinta y luego se enrollaba en un cilindro denominado volumen. En la antigua Roma, desarrollar una idea equivalía a desenrollar un pergamino. Cuanto más fino era el cuero, más fácil era escribir sobre él. El papel vitela, como hoy se denomina a un tipo de papel de gran calidad, deriva de los antiguos pergaminos hechos a partir del cuero del vitellus, en latín, ‘ternero’.

Acaso fueron los romanos del siglo II d. C. quienes emplearon por primera vez la materia prima que hoy se utiliza a mayor escala en la industria del papel: la madera. Los edictos del César eran escritos en la parte interior de la corteza de los árboles, llamada liber. Sus antiguos lápices eran el stilus o graphium, una cuña que les permitía tallar las letras y además, por su punta filosa, defenderse de posibles ataques callejeros. De liber proviene libro y de stilus y graphium, la estilográfica, vulgarmente conocida como lapicera.

Sin embargo, fueron los chinos los primeros en fabricar lo que hoy conocemos como papel, mezclando trapos, corteza de árboles, hojas de morera e hilo de cáñamo. En el 806, el Estado chino mandó erigir la primera fábrica de papel.

Al igual que con la seda, los chinos trataron de mantener el secreto, pero en el 751 dos papeleros chinos cayeron presos de los árabes. En Bagdad comenzó a fabricarse papel utilizando los trapos que hasta ese entonces usaban para envolver a sus momias. Pronto la industria del papel se extendió a Europa.

En Venecia, en el siglo XII, se fabricaba papel con los trapos de algodón y lino sobrantes de los talleres de confección de ropa. Trituraban los trapos viejos en un molino hasta reducir las fibras de algodón y lino a una pasta. Luego la calentaban, la colaban, la volvían a triturar y la dejaban secar hasta que obtenían hojas de papel. Con este procedimiento, similar al actual, una vieja camisa podía transformarse, gracias al oficio de los papeleros, en un capítulo de La divina comedia.

Tanto en la corteza de los árboles de los romanos como en el papiro de los egipcios, en los trapos de los venecianos y en los chips de madera de eucaliptos que se utilizan actualmente está presente la celulosa. Esta biomolécula, la más abundante del planeta, es la responsable de mantener firmes las paredes de los vegetales. Es el cemento de los vegetales y la razón de ser de las plantas industriales de celulosa de todo el mundo.

Los chips de madera que provee la industria forestal son procesados en una especie de batidora gigante que va formando la pasta de celulosa. Luego pasa por diversos rodillos que van afinando la pasta hasta convertirla en finas láminas, de distintos grosores según el tipo de papel. Altas temperaturas, vapores y un fuerte olor parecido al de miles de coliflores hirviendo es la atmósfera donde trabaja un papelero actualmente. Manipulan máquinas de 500 toneladas de peso que producen 200 metros de papel por minuto. En la cocción de la celulosa y en el posterior guillotinado del papel se hallan los principales riesgos del papelero.

Los papeles pueden tener distintas medidas, pesos y coloraciones. De una planta de celulosa sale el papel de los libros, de los diarios, de las cajas de cartón, el papel higiénico, el de las bolsas de papel marrón de la panadería y el de los billetes. Un tercio de la producción forestal del planeta es utilizada para fabricar papel, como el que utilizamos para dejar impresas estas palabras que estás leyendo.