El grifo de la ducha de un baño cualquiera, los artefactos de iluminación de una plaza y la estatua de la Libertad de Nueva York son parientes cercanos. Todos ellos fueron moldeados primero por fundidores de metal especializados, para luego ser ensamblados y colocados por otros trabajadores.

El fundido de metales fue el primer gran avance técnico humano que se basó en la conversión de una o más sustancias naturales en otra. Cuando se descubrió que al mezclar cobre y estaño y fundirlos juntos se obtenía otra sustancia más dura, que nosotros hoy llamamos bronce, la Edad de Piedra quedó definitivamente atrás y comenzó la larga marcha de la civilización. Luego llegó el descubrimiento de las posibilidades del hierro fundido, que fue el metal que reinó por milenios, hasta su reemplazo por el acero en el siglo xix y por incontables aleaciones después.

No todo metal se puede fundir provechosamente, pero la lista de los que sí se pueden es larga, y va desde el oro al aluminio o al plomo. Todos ellos tienen su secreto y su técnica, y de todos ellos se consiguen objetos diferentes para usos diferentes. El acero, mezcla de hierro con carbono, se produce en grandes fundiciones industriales, con inmensos hornos. El oro se derrite de a ­pequeñas porciones en el taller de un joyero, que lo utiliza para crear pequeñas maravillas. Los metales más raros que se utilizan en productos informáticos, como el coltan –una mezcla de columbita y tantalita–, solo pueden moldearse en talleres muy tecnificados, capaces de producir las minúsculas piezas necesarias.

La atmósfera de una fundición está dominada por el ruido, el calor y el humo que despiden los metales. Por eso es necesario contar con un potente sistema de renovación de aire, una buena protección acústica y un equipo que proteja al fundidor de las salpicaduras de metales hirvientes y del contacto con productos químicos perjudiciales.

El fundidor de metales que trabaja por su cuenta tiene una amplia variedad de objetos para fabricar, desde grifos o tiradores de puerta hasta arañas de bronce o pequeñas estatuas. Sólo necesita sus hornos, sus moldes y el conocimiento exacto de cómo reaccionan los metales y aleaciones al fundirse primero y enfriarse después. A diferencia del herrero actual, quien cada vez más trabaja con materiales premoldeados que se limita a soldar, el fundidor sigue estando a un pequeño paso del artesano y del artista, y no son pocos los que en algún momento dan ese paso.