De todos los profesionales a los que hay que visitar, el dentista es el menos querido. Nadie quiere estar en ese sillón temible, con la boca abierta, esperando a oír el sonido de su torno…

Como contrapartida, no hay alegría mayor que escuchar a un dentista decir alegremente: «Terminamos por hoy», enjuagarse la boca y salir de su consultorio con una sonrisa más perfecta que al entrar.

El dentista es un médico mezclado con un escultor. Su responsabilidad es la salud de las 32 piezas que componen la dentadura, y para eso tiene varias técnicas, desde limpiarlas a fondo hasta sustituirlas por piezas artificiales. Su misión principal, entonces, es que la dentadura mantenga siempre la forma original, o la más parecida que se pueda. Una dentadura lo más perfecta posible es una máquina de masticar más eficiente, y una sonrisa perfecta es la más agradable de las imágenes.

Los problemas con la dentadura son tan antiguos como la humanidad. En Pakistán se han encontrado evidencias arqueológicas de trabajos dentales realizados en el 7000 a. C., en unas condiciones que harían al paciente sentirse muy feliz de poder someterse al torno moderno más ruidoso del mundo.

Barberos y peluqueros fueron durante mucho tiempo quienes se ocuparon del cuidado de los dientes, y su única herramienta del oficio eran unas pinzas para extraer el diente dolorido. En el siglo xvii en Europa comenzó el desarrollo de la ciencia dental, que cuenta en la actualidad con una serie de herramientas que incluyen rayos x, rayos láser, recubrimientos de materiales ultramodernos y, claro, tornos menos ruidosos.

El dentista es parte de un equipo de trabajo que incluye higienistas dentales, mecánicos dentales (quienes construyen las prótesis que reemplazan dientes perdidos), cirujanos dentales, asistentes y, si no es el mismo dentista quien los realiza, especialistas en rayos x.

Un dentista cuidadoso de su salud y de la del paciente trabaja siempre con tapaboca y guantes. Los peligros de contagio de enfermedades a través del trabajo bucal son muy altos, y es el principal riesgo que preocupa a quienes lo realizan. También hay dentistas que trabajan usando siempre lentes protectores, ya que el riesgo de que una lasca diminuta de durísimo esmalte dental removido por el torno aterrice en su ojo siempre está presente.

Se pueden hacer muchos chistes sobre el dentista, es común tenerle miedo y mucha gente hace lo imposible por evitar ir a su consulta. Pero es bueno reflexionar sobre su importancia y su dedicación al cuidado de la salud. Los 32 dientes que salen en la segunda dentición son los mismos que hay que utilizar durante el resto de la vida, y su permanencia y buen estado solamente dependen de los buenos oficios de estos escultores con torno ruidoso.