En el presente es difícil encontrar una casa que no tenga al menos un televisor. Pero no siempre fue así. En su niñez nuestros abuelos no conocían la televisión, pues fue en Europa, en los primeros años de la década de 1930, donde se desarrolló la tecnología necesaria para que la antena de un estudio emitiese ondas radiofónicas que luego un aparato de tv decodificaría para convertirlas en imagen y sonido. Recién en la década del cincuenta se produjeron las primeras transmisiones en América del Sur. Muchos de los niños de aquella época –y quizá también algunos adultos– a veces se paraban detrás del aparato a la espera de ver salir a las personitas que veían y escuchaban a través de la pantalla. Trataban de entender la magia de la televisión.

Una parte importante de la programación televisiva es la de los programas en vivo, es decir, programas producidos casi siempre desde un estudio y que llegan a los televidentes de forma instantánea. Lo que se ve en la pantalla está ocurriendo ahora mismo, no se trata de algo grabado. Estos programas cuentan con conductores (también llamados presentadores y, en algunas partes, anfitriones), quienes tienen la difícil tarea de hacer que el programa sea interesante aun cuando los televidentes ya saben de qué se trata. Es decir, luego de que el público conoce el formato (el estilo general del programa: de concursos, de entrevistas o de noticias, por ejemplo), es probable que pueda llegar a aburrirse por falta de sorpresa, y eso lo llevaría a cambiar de canal. Por eso cada programa debe tener la capacidad de ser siempre el mismo y, a la vez, siempre distinto, porque el televidente comenzará a verlo por lo atractivo de su formato, pero luego de las primeras emisiones lo seguirá viendo por las pequeñas variantes, las sorpresas que se le presenten.

El conductor debe tener una gran simpatía, capacidad de comunicación, memoria y concentración. Al mirar la cámara ha de imaginar a toda la gente que está viendo el programa en ese momento y hablarle como si la tuviera a apenas unos metros. Pero eso no es todo; además debe prestar atención a muchas otras cosas que pasan en el estudio y que no salen en pantalla: el movimiento de las cámaras, las indicaciones de los asistentes, el momento justo para ir a la pausa comercial. Para que un programa salga al aire, mucha gente trabaja detrás de cámaras: vestuaristas, maquilladores, guionistas, sonidistas, iluminadores, camarógrafos, operadores y más.

Los mejores conductores logran algo verdaderamente difícil: utilizan sus programas para interesar a la gente en algunos asuntos a fin de que cada uno los siga pensando en su casa, cuando apague el televisor y se acaben así los avisos de jabón en polvo y cremas hidratantes.