Los primeros hombres eran artesanos; tenían que serlo, pues todo estaba por hacerse. Así que ellos tomaban las materias simples (el metal, la piedra y la arcilla; la madera, los juncos, el algodón; el hueso, el cuero, la lana, las plumas y muchas otras) y las convertían con sus manos en algo más elaborado. Eso es lo que hace un artesano, sin ayuda de máquinas demasiado complejas, apenas con su habilidad y su talento: crear objetos que pueden tener utilidad o con fines decorativos, pues las artesanías no tienen por qué servir para algo. Muchas de las cosas que hacen las personas no tienen utilidad más allá de su belleza, pero la belleza del objeto justifica el esfuerzo del creador.

Los pueblos que vivían a lo largo del continente americano antes de la llegada de los europeos eran excelentes artesanos. En el territorio que hoy llamamos Colombia, algunas culturas como la quimbaya y la manabí hacían excelentes trabajos en oro y cobre. Los kunas, de la región de Panamá, son famosos hasta hoy por su producción textil. Los indígenas de la isla de La Tolita producían pequeñísimas piezas de cobre, oro y platino, y, como puede comprobarse en Machu Picchu o en Tenochtitlán, el manejo y tallado de la piedra no tenía secretos para los pueblos originarios de lo que hoy es Perú o México. Uno de los legados de estos pueblos es su tradición artesanal, que aún sigue viva en América Latina.

Entre esa herencia que combina el conocimiento de la técnica y la identidad estética de los pueblos, destaca el trabajo de los orfebres y joyeros, que emplean metales y piedras preciosas para fabricar anillos, brazaletes, collares, aretes, pendientes, que hombres y mujeres utilizan para realzar su propia belleza.

Como en todo trabajo que implica manipulación de materiales y herramientas, el artesano toma las precauciones adecuadas. Si trabaja con electricidad se cuida de hacerlo con guantes de goma y de que todos los cables estén en buen estado. Si debe utilizar fuego, se asegura de que no haya elementos inflamables cerca y de que el extintor esté a la mano. Si debe aserrar madera, presta especial atención a no poner las manos demasiado cerca de la sierra y usa lentes de protección para evitar que se le meta aserrín en los ojos. La herramienta más importante con la que el artesano cuenta para realizar el trabajo es él mismo.

La principal diferencia entre el trabajo del artesano y la producción industrial es que en las grandes fábricas se producen cientos de artículos iguales por día, mientras que el artesano puede pasar todo un día, e incluso más, trabajando en una pieza única, una pieza que no podría repetir aunque lo quisiera. Por eso un niño puede estar seguro de que no existe en ninguna parte una espada de madera igual a la que su abuelo ha fabricado para que él pueda jugar a ser Peter Pan o uno de los tres mosqueteros. ¡En garde!